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Califato de Omeya. El Más Grande de Toda la Historia.

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La Mezquita de los Omeyas, en Damasco. Uno de los legados artísticos más importantes del Califato de Omeya.
La Mezquita de los Omeyas, en Damasco, es uno de los legados artísticos más importantes de la dinastía omeya.

A pesar de ser una de las religiones menos antiguas, el Islam está en miras a convertirse en la fe más profesada del mundo. ¿Cómo es posible que una creencia surgida a principios del siglo VII se haya expandido tan rápido hasta alcanzar esta magnitud? Para esto, hay que remontarnos a sus orígenes, especialmente enfocándonos al califato más grande de todos los tiempos. ¿Te interesa conocer la historia del Califato de Omeya?

Antecedentes. El ascenso del Profeta Mahoma.

Como siempre, remontémonos a los antecedentes. Es necesario mencionar al profeta Mahoma, quien proclamó haber tenido una revelación en La Meca hacia el año 610 por el mismo arcángel Gabriel. El mensaje que escuchó sería recopilado luego en el Corán que lo reconoce como el verdadero profeta de Dios, fundando así el islam.

El profeta comienza su travesía en Medina. Consigue ganar adeptos árabes por toda la Hiyaz, región occidental de la península arábiga, gracias a su carisma y poder de convencimiento. Sin embargo, moriría en el 632 a los pocos años de comenzar su travesía.

Periodo de los califas ortodoxos: el Califato Rashidun (632 – 661)

El mensaje del profeta continúa su expansión bajo la guía de un califa, es decir, su sucesor, siendo el primero Abu Bakr al-Siddiq. Aquí, comienza el periodo de los califas ortodoxos. Estos expandieron un imperio conocido como el Califato árabe Rashidun con capital en Medina, en donde el profeta había comenzado su travesía.

Uno de los objetivos concretados de los primeros califas, fue la toma de Jerusalén. Aquí el profeta habría ascendido al cielo a su encuentro con dios, por lo que, al igual que los cristianos, la considerarían tierra sagrada. A la posteridad construirían la Cúpula de la Roca.

Con el pasar de las décadas, llegan a conquistar a la decadente dinastía Sasánida, propiciando así la conversión de los persas al islam. En África, conquistaron a los coptos de Egipto entonces dominados por el Imperio Bizantino. Aunque claro, muchos cristianos coptos se mantuvieron firmes en su fe, la cual permanece hasta el día de hoy.

El cuarto y último califa ortodoxo, Ali Ibn Abi Tálib[1], enfrenta rebeliones internas que conllevan a la Primera Guerra Islámica (656 – 661). El bando opositor al califa fue liderado por Muawiya (Ibn Abi-Sufyán), entonces gobernador del actual Siria. Tras el asesinato del califa Ali, el líder opositor toma el poder. Con ello inaugura la Dinastía Omeya con capital en Damasco, y se proclamá como el califa Muawiya I[2].

El ascenso del Califato de Omeya (661 – 685)

Durante las dos primeras décadas, los omeyas consiguieron ganar terreno sobre los bizantinos. En Asia Menor y Levante conquistaron a diversos grupos étnicos, como los kurdos. En el norte de África, hicieron lo mismo con los bereberes. Denominaron a esta región como el Magreb, o “Lugar por donde se pone el sol”.

Todo lo anterior se consiguió con el inicio de las Guerras Árabe-bizantinas (637 – 1180), las cuales se extendieron por varios siglos. Durante la era omeya se consolidó la victoria en los sitos mencionados. Los bizantinos por su parte, lograron la victoria en la mayor parte de Asia Menor, Creta e Italia, sitios que permanecieron cristianos.

Tras la muerte de Muawiya I, y tal y como se esperaba, se da la Segunda Fitna (680 – 692) o guerra civil islámica. En ella los descendientes de Alí se rebelan contra el poder de los omeyas. Esta guerra es clave para entender el aumento de la rivalidad entre chiitas, partidarios de Alí, y sunitas, rama que profesaban los omeyas.

El reinado de Abd Al-Malik (685 – 705)

En este conflicto destaca la participación de Abd Al-Malik, quinto califa. Quien consiguió reorganizar el ejército y matar al líder de la oposición, Ibn-al-Zubayr en 692, restaurando así el orden en el califato. Importante resaltar, que debido a los conflictos internos, los omeyas habían perdido el control sobre el norte de África, que fue recuperado por Abdalmálik.

Cúpula de la Roca. Monumento construido por Abd al-Málik en Jerusalén.

Este califa es recordado por implementar reformas que sentaron las bases de la futura organización estructural tanto del califato como de los posteriores estados musulmanes medievales. Asimismo, estableció el árabe como idioma oficial. Así comenzó la expansión del idioma que se habla hasta hoy día en los países que dominó.

En cuanto a la expansión territorial, consiguió ganar territorio en gran parte del Magreb, así como una pequeña porción en Anatolia, expulsando a los bizantinos. Los últimos años de Abdalmálik fueron pacíficos y prósperos. Murió en el 705 y fue sucedido por su hijo Walid I[3].

Últimas décadas del califato en Asia y África (705 – 750)


El nuevo califa continuó la expansión por Asia Central, sometiendo a nuevas etnias como los afganos, pakistaníes, kirguises, uzbekos y tayikos. Importante resaltar que los omeyas priorizaban el cobro de tributos a las conversiones forzosas. Así algunas etnias pudieron conservar su fe a cambio de pagar más impuestos. Por su lado, las mencionadas etnias se convirtieron al islam. Otra de las características de la sociedad durante la era omeya, fue el trato de los no árabes como ciudadanos de segunda.

Pero la expansión más importante de los omeyas fue la conquista musulmana de Hispania. Aquí, las fuerzas musulmanas al mando del comandante Tariq ibn Ziyad, de origen bereber, cruzaron el estrecho de Gibraltar para invadir el entonces decadente Reino Visigodo de Toledo.

Durante la Batalla de Guadalete, en 711, muere el último rey visigodo, Rodrigo. Este acontecimiento dio pie a la conquista de la península ibérica concretada hacia el 726. En su lugar, fundaron el valiato de Al-Ándalus que ocupó una parte del sur de Francia, así como casi toda la península. Solo se salvó un territorio que se convirtió en el Reino de Asturias, último bastión cristiano que iniciaría la reconquista y la futura formación del Imperio Español.

El crecimiento por Europa se imposibilitó tras la Batalla de Poitiers (732), cuando los musulmanes fueron detenidos por los francos. Esta batalla es de gran importancia histórica, en vista que permitió la expansión del cristianismo por Europa, base de la cultura del viejo continente.

Durante los siguientes años se dio la decadencia de la Dinastía Omeya ante los conflictos internos. Así, las tensiones estallaron en el 744 con el inicio de la Tercera Fitna. Los mismos omeyas se dividieron en dos facciones, pro-qays y pro-yaman. Antis-omeyas se unieron en una coalición formada por los pro-alí chiitas, jariyíes y abasíes[4].

La Tercera Fitna fue en realidad un conjunto de enfrentamientos simultáneos en los actuales Siria, Irak, Persia y Asia Central. Asimismo, algunas tribus bereberes del noroeste de África aprovecharon la guerra civil para autoproclamarse independientes. Estas guerras terminaron con la efímera victoria de los pro-qays liderados por Marwan II.

Efímero, porque estas guerras dieron pie a la Revolución abasí (747 – 750), dinastía descendiente del Abbás, tío del profeta, que se había establecido en Mesopotamia. Con la promesa de una mayor igualdad entre todas las etnias, los abasíes reclutaron los suficientes hombres para derrocar al último califa omeya e instaurar su propio califato con capital en Bagdad.

Emirato de Córdoba y la renacimiento de los omeyas (756 – 929)

El único líder sobreviviente de los omeyas, Abderramán I se exilia en el Magreb con un puñado de aliados. Desde aquí, consigue desembarcar en el Valiato de Al-Ándalus y expulsar al gobernante abasí luego de la Batalla de Al-Musara (756). Así, consigue fundar el Emirato de Córdoba, que había perdido cierto territorio ante la reconquista cristiana. La dinastía omeya había revivido.

Abderramán se caracterizó por imponer un gobierno a la defensiva. Siempre pendiente de las conspiraciones de partidarios de los abasíes y los bereberes, que no simpatizaban con los omeyas. Por tal motivo, reforzó el ejército para así asegurar su independencia. A su muerte, deja un estado estructurado y que no reconocía la autoridad política del califa de Bagdad. Sin embargo sí la autoridad espiritual, pues aún lo veían como el sucesor del profeta.

Durante este periodo destaca el reinado de Abderramán II, quien delegó el poder en manos de visires y contribuyó a expandir el islam por la península. Sin embargo, los hispanos cristianos pudieron mantener su fe y fueron llamados mozárabes.

Disputas entre árabes y bereberes continuaron, lo que le dio a los reinos cristianos del norte el chance de reorganizarse. La expansión fuera de la península se imposibilitó asimismo tras la creación y militarización de la Marca Hispánica, establecida por Carlomagno para evitar invasiones musulmanas.

Califato de Córdoba (929 – 1031)

La situación espiritual de Córdoba cambia durante el reinado de Abderramán III. Conflictos internos del Califato Abasí llevan a los fatimíes, una dinastía chiita, a proclamarse a su vez como un nuevo califato. Con esta disidencia, el emir se autoproclama como el sucesor del profeta, dando inicio así al Califato de Córdoba.

Esta etapa representa el mayor esplendor político, cultural y comercial de Al-Ándalus. Algunos logros, fueron establecer relaciones diplomáticas con el Sacro Imperio Romano Germánico, exigir el pago de tributo a los reinos cristianos del norte y conseguir el avasallamiento del Emirato Idrisí a fines del siglo X establecido en el actual Marruecos.

La mezquita de Córdoba, es el monumento de los Omeyas más popular en oxidente.

Sin embargo, hacia la década de 1010 comienza la decadencia de los omeyas con el inicio de la Fitna de al-Ándalus (1009 – 1031). Por problemas sucesorios, se inició una serie de conflictos internos que generó un periodo de gran inestabilidad. En solo 20 años se sucedieron 10 califas distintos[5]. Sí, algo similar a cuando estaban en Damasco.

Como te imaginarás, lo anterior dio pie a que los reinos cristianos del norte, por entonces León y Pamplona, se reorganicen y puedan ganar territorio a costa del califato. Así como la consolidación de la independencia de los idrisíes. La fitna terminó en 1031 con el colapso del Califato de Córdoba y por consiguiente de la dinastía omeya.

En lugar de la unidad, el remanente de Al-Ándalus se dividió en diversos taifas, o reinos menores, sucesores de los coras o provincias del Califato de Córdoba. Y si la unión hace la fuerza, la desunión te debilita, factor aprovechado por los cristianos del norte para avanzar más en la reconquista.

Tras la desintegración de Córdoba, el linaje de los omeyas se va diluyendo en la población de al-Ándalus. El dominio musulmán continuó hasta el siglo XV con la derrota del Reino Nazarí de Granada. A pesar de su desaparición, el legado del que fue el califato más extenso de la historia queda presente hasta el día de hoy en España con grandes expresiones artísticas con las que inmortalizaron su existencia.

Ahora, cuéntame. ¿Conocías acerca historia del Califato de Omeya? ¿Sabías sobre la influencia que tuvo sobre la historia de España, el Norte de África y Oriente Próximo? ¡No te olvides de dejar tu comentario!

Notas

  1. Este profeta fue el yerno y primo de Mahoma, el cuál es reconocido por la rama chií del Islam por su vínculo familiar con el profeta.
  2. La dinastía Omeya lleva el nombre por Umayya ibn Abd Shams, quien fue el tío abuelo del profeta Mahoma y antepasado de esta dinastía.
  3. Abdalmálik es el único califa de la historia que tuvo cuatro hijos que ocuparon también el mismo cargo de máximo mandatario.
  4. Esta rivalidad entre qays (árabes del norte) y yaman (árabes del sur) se da por diferencias étnicas presentes en el mundo árabe desde la constitución del califato omeya
  5. Tres de estos califas fueron de una dinastía ajena a la omeya, la hamudí descendiente de los idrisíes.

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